miércoles, 17 de junio de 2009

Un poema antigüo a mi gata Sara.

Dime tú,
porque revivo,
cada vez que la nocheme visita,
con su fría ola de silencio.
Porque soy tu compañero,
en este oscuro reino de la luna,
y de tu verde mirada de fuego.
Sólo tú me acompañas,mientras espero,
que tímidamente el sol asome entre los edificios,
y bostezando,la vida de los decentes y los justos,otra vez se ponga en marcha.
Poco a poco,vuelve el obrero a sudar,
el estudiante a leer de mala gana,
el rico (un poco mas tarde),se levanta arto de engordar,
y algun que otro sacerdote,se pone en pie en cama extraña.
Tus familiares,pícaros tigres de ciudad,
buscan algún despojo,con el que llenar la panza,
tu sinembargo te aseas segura,en algun rincón de tu palacio,
nunca estás,suficientemente inmaculada.
De tu pelaje caen,hojas de otoño,
y percibo en tí una extraña consciencia,
en lo mas hondo,de la insalvable oscuridad,de tu mirada.
Es tu aullido,el llanto de los niños,
te teme el hombre,por tu silencio,l
a mujer te envidia por tu elegancia,
familiar de brujas,por tu misterio y magia.
Más yo te admiro...
porque eres ultraterrena,como los ideales.
Y como la mujer eres...Poesía hecha carne,
Y melancolia como un amor en la distancia.
John 15-1-99.

No hay comentarios: