miércoles, 22 de julio de 2009

Como el angel de piedra de un cementerio...




Así me siento a veces, en esas ocasiones en las que la vida parece pesar mucho mas, de lo mi que requebrajado corazón es capaz de soportar.
No se si es la soledad lo que nubla mi visión del mundo, o las decepciones que irremediablemente conlleva ser una persona tan sumamente dependiente de los demás.


Quisiera ser como vosotros, como los demás.
Herir antes de que me hieran, reír ante la desgracia. Ignorar al fin y al cabo. Pues es ese y solo ese, el secreto de la felicidad, la ignorancia, ¡bendita ignorancia!.


Estoy triste, lo sé. Por nada en concreto y por muchas pequeñas cosas.
A pesar de ser una persona antisocial, quiero incondicionalmente, y confío en el fondo en esta especie de tanto detesto. En realidad no se porque me empeño en seguir, cuando solo hay sinsabores en mi vida. Cuando la mayor parte del tiempo tengo que mendigar amistad o cariño.
Y esta se me cede solo en parte y en dosis muy pequeñas como si de algo sumamente valioso se tratase. Y así es realmente, algo valioso de lo cual yo me desprendo despreocupadamente, pues no es una carga esta, que yo quiera llevarme conmigo al olvido.


En ocasiones siento como si mi piel se endureciera lentamente. Y mi "yo" se tornase de un pulcro mármol veteado. Cuando la mayor enemiga del todo, la sinrazón se extiende por nuestras mentes casi como una pandemia, y amenaza con destruir esos etéreos lazos de los que esta compuesta a veces, la amistad.
Decía Neruda, "Es tan corto el amor y tan largo el olvido...", y esta máxima es perfectamente aplicable a todas las relaciones humanas. Como a veces nuestro egoísmo o una vez mas la sinrazón, hace que tiremos por tierra todo aquello que llenó de gozo y luz esa extraña porción de nosotros mismos llamada alma.
Quiero terminar este pequeño desahogo, con un poema del genial Pablo Neruda, ya que a pesar de que hoy no me encuentro demasiado bien, que es mi manera personal de decir que estoy destrozado, no me encuentro con ánimos para escribir uno de mi propia cosecha.
Así pues, lo lanzo al aire, para que tu, amigo al que alguna vez he herido, o que alguna vez has sido testigo de mi lado oscuro( que todos tenemos), o a ti que me quieres o me quisiste alguna vez,me recuerdes hoy, y escuches mi llanto.

Hemos perdido aun este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.

He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.

A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.

Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.

Entonces, ¿dónde estabas?
¿Entre qué gentes?
¿Diciendo qué palabras?
Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?

Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.

Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.

Decía en definitiva que me siento como el frió y pétreo vigilante de un cementerio.
Pero no es este un cementerio cualquiera, es un camposanto lleno de antiguas amistades y viejos amores. Ese cementerio al que la mayoría de vosotros llama vida...

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